Vocación de servicio, compromiso, acompañamiento, escucha, diálogo, paz, son algunas de las palabras que identifican el sentir de mediadoras y mediadores que el martes celebraron su día.

Con un encuentro de capacitación y reflexión y un agasajo de cierre, integrantes del Registro de Mediadores Comunitarios voluntario y ad honorem de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Paraná, festejaron su día y los diecinueve años de la puesta en marcha del Centro de Mediación de la institución.

El 1 de noviembre reúne a ambas conmemoraciones, ya que una le dio origen a la otra. Es así: el Centro de Mediación comenzó a funcionar el primer día de noviembre de 2003, fecha que se designó en 2013, por ordenanza, para homenajear el trabajo de mediadores y mediadoras comunitarias que conformaron –e integran- el Registro de la institución.

El salón Mariano Moreno del Concejo Deliberante fue el punto de encuentro, el martes a partir de las 16, de un grupo grande de integrantes que participaron activamente de un taller, que estuvo a cargo de María Elina Ruda.

Tras casi tres horas de capacitación, que incluyó dinámicas lúdicas y conversaciones reflexivas, se realizó un cierre con torta de cumpleaños y un presente. Participaron del encuentro las Defensoras del Pueblo, Marcia López, y Cecilia Pautaso, Adjunta. La organización estuvo a cargo de la Coordinadora del Centro de Mediación, Irina Chausovsky, junto a personal del área.

Repensando nuestro ser mediador

“Repensando nuestro ser mediador” fue el título del taller, coordinado por María Elina Ruda, abogada y mediadora,proveniente de la ciudad de Crespo, especialista en facilitación de diálogos participativos, quien fue también durante muchos años integrante del Registro. “La finalidad de espacios como estos es que las personas se encuentren en la conversación, que es una herramienta fundamental para la mediación, para construir nuevas posibilidades desde los relatos y reflexiones compartidas”, sostiene.

Sobre la dinámica del trabajo del taller, explica que se instrumentó la metodología conocida como Café Mundial, que se basa en la metáfora de las conversaciones de café. “(La metodología) Propone que las personas vayan pasando de mesa en mesa y conectándonse en sus conversaciones, en redes”, lo que se plasma con diferentes elementos en un “mantel”, dice y señala que la metáfora “del mantel simboliza el lugar donde se van depositando las características, los patrones, las ideas respecto de esa conversación”.

En base a esa técnica, se abordaron dos tópicos: uno, referido al desafío colectivo que tiene el rol de mediador comunitario en el contexto actual y el otro, acerca de las creencias esenciales que constituyen el ser mediador.

Sobre esos ejes giró la reflexión, para lo que se tuvo presente la etapa reciente, en relación al aislamiento social. Al respecto, Ruda asegura que se tuvo en cuenta el impacto que tuvo el hecho de no poder estar en el mismo espacio físico y de los cambios en los modos de la comunicación en relación a los tiempos de pandemia.

“La idea fue encontrarnos de una manera diferente, se trabajó desde la creatividad, desde el juego, despojados de lo que debe ser y debe decirse”, acota, por último.  “El encuentro en si mismo ya es enriquecedor, más aún cuando pautamos formas constructivas para el intercambio”.

De qué se trata, qué se siente

“Ser mediadora en el Centro de Mediación de la Defensoría del Pueblo es una satisfacción muy grande, un orgullo”, dice Marcela, quien está próxima a cumplir una década en el Registro, tras anotarse y cumplir con los requisitos exigidos en el marco de la renovación de la nómina que se realiza de forma anual.

Agrega que la mediación se trata de pertenencia, de “compromiso de cada uno con la comunidad” y destaca la importancia de la escucha y del diálogo. “Nosotros hacemos de enlace entre los vecinos. No somos quienes resuelven el conflicto, sino que somos quienes ayudamos y acompañamos a las personas a que se puedan encontrar y a que vayan descubriendo acciones propias y conjuntas ante el problema”, acota.

Para Estela ser mediadora es “muy importante, es una vocación de servicio, de deseo y anhelo de construcción de paz, de transformar el conflicto”. Añade que lo importante es que la tarea no sólo impacte en lo individual o grupal, sino también en lo social.

Y se detiene en la influencia del ejercicio del oficio en el propio mediador: “No podés mediar en una reunión, ser de una forma y salir a la calle y ser de otra. Hay cosas que se va incorporando a la vida y en sociedad. Eso es muy importante”.

Martín considera que “ser mediador es una alternativa distinta”. Integra el Registro desde 2019. Cuenta que cuando empezó a trabajar en el campo de la mediación, descubrió que había “una salida alternativa, que no es la Justicia, porque muchas veces la Justicia tarda”, expresa. Y dice que “esta salida alternativa acompaña, ayuda a que las personas puedan comunicarse de una manera más pacífica”. Acompañar a que haya diálogo y ayudar a que las partes construyan algo nuevo “es una gran satisfacción”.

Julieta habla de ser mediadora y lo primero que destaca es la posibilidad de promover y ser parte de la construcción de diálogos, de paz y de generar cambios.

“Ponerse en el lugar del otro” es lo que destaca Alejandra en su experiencia en la mediación.  Destaca el hecho de ser un instrumento, de poder contribuir con un granito de arena en que las personas tengan otras miradas de las cosas y que cada uno pueda ponerse en el lugar del otro, ejercicio que reafirma “abre mucho la cabeza y constituye a la vez un enriquecimiento personal”.

Ser mediadora, según Georgina, “es ser parte de una transformación social”. Y explica: “Estamos en una época muy violenta, de mucha falencias y vulnerabilidades, socialmente estamos en crisis. El ser mediador te hace parte de esa transformación hacia otro camino, que es el del diálogo, que es poder respetar al otro con sus creencias y particularidades”.